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¿Y la tienda de la esquina?

2013

Después de preguntarnos cómo será el retail del futuro, cuáles serán las transformaciones que sufrirá y cómo nos adapataremos, siempre acabamos llegando a la misma conclusión:

Los más afectados por la crisis, los impuestos y los cambios parecen ser los pequeños comercios. El comercio pequeño y tradicional que llenaba las esquinas se enfrenta, sobre todo, a dos desafíos: la tecnología y las globalización.

Por ello, hoy, os quiero compartir un texto de ANA MORENO SORIANO que lleva a reflexionar sobre "La tienda de la esquina" que todos hemos conocido.
"Cuando yo era una niña, la calle principal de mi pueblo estaba jalonada por algunos establecimientos que constituían el espacio mercantil de la vida social: el comercio de telas, la tienda de zapatos, la droguería, la ferretería, la papelería, y la mercería con su surtido de cintas y botones que complementaba lo necesario para lucir los trajes y vestidos antes de que se impusiera el prêt-à-porter. Cuando yo era una niña, las tiendas tenían un mostrador de madera y un escaparate no demasiado iluminado, en el que nos deteníamos para imaginar lo que podíamos pedir a nuestras madres que no iban de compras sino a comprar, bien las botas del niño que había crecido mucho desde el anterior invierno o bien la lana para los jerséis que tejerían para toda la familia al calor de la mesa camilla.

Los hornos desparramaban su olor a leña y tenían su despacho de pan, al que acudíamos cada día con una talega muy limpia de tela y la carbonería se animaba sobre todo en invierno con sus montones de picón y carbonilla. Después, estaban las otras tiendas, los ultramarinos, diseminadas por todo el pueblo, aunque también había algunas en la calle principal o alrededor del mercado. Eran un portal con un mostrador detrás del cual se alineaban las legumbres en distintos compartimentos; en una estantería estaban las latas de conservas y, en el suelo, los sacos de patatas; sobre el mostrador, el peso y los pliegos de papel de estraza, una bomba de cristal con una manivela que servía para extraer el aceite de un bidón antes de que lo vendieran embotellado y un bombo con bolas dulces de colores que se podían conseguir por una perra gorda.

También había embutidos, bacalao, sardinas arenques y, puestos en lugar preferente, algunos artículos que no necesitaban publicidad para ser el objeto de nuestro deseo como las galletas o el chocolate. Todo esto tan lejano ocurría en nuestros pueblos en los años sesenta. El pequeño comercio era una actividad de la que vivían muchas familias y en la que arrimaban el hombro todos los miembros; muchos de estos pequeños negocios se mantuvieron durante generaciones y otros se extinguieron porque los hijos estudiaron una carrera o emigraron en busca de mejor fortuna. Después llegaron las grandes superficies comerciales, los centros gigantescos donde había de todo, supermercados con galerías de tiendas alrededor, cafeterías, cine..., lugares a los que se podía ir el fin de semana a pasar la tarde con los niños y hacer la compra para medio mes; ciertamente, había que coger el coche porque estaban en lugares retirados pero contaban con una gran zona de aparcamientos.

El pequeño comercio empezaba a resentirse, porque no podía competir ni en artículos ni en precios, pero se iba reinventando a base de imaginación y muchas horas de trabajo: el comercio de telas incorporó artículos de última moda y la tienda de la esquina se convirtió en un comercio de productos típicos de la tierra. Seguían siendo negocios familiares y actualmente, enAndalucía, este sector ocupa a cuatrocientas treinta mil personas, con un alto porcentaje de empleo femenino. Las pequeñas tiendas se han convertido en lugares acogedores y, aunque son conscientes de las ventajas que para los nuevos hábitos de consumo constituyen las grandes superficies comerciales, siguen defendiendo su actividad porque constituye su forma de vida, su medio de trabajo.

Ahora, han sufrido un nuevo golpe con la regulación de horarios y rebajas comerciales que ha aprobado el Gobierno de Mariano Rajoy y el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, a propuesta del Consejero de Turismo y Comercio, Rafael Rodríguez, ha acordado presentar un recurso de inconstitucionalidad contra este Decreto-Ley. Una cosa es que convivan el pequeño comercio y las grandes superficies comerciales y otra, que se legisle una y otra vez a favor de las multinacionales. Podría ocurrir, como en La caverna de Saramago, que los grandes centros comerciales digan a los pequeños comerciantes: «Muere. Ya no te necesito», pero el pequeño comercio en Andalucía representa el ocho por ciento del PIB, forma parte de la fisonomía de nuestros pueblos y ciudades y no podemos permitir que sea una especie en peligro de extinción."

Los comercios de la calle están sufriendo una enorme reconversión. Siempre queda la esperanza de que haya compras en las que la experiencia online nunca igualará a la offline, y que la crisis traiga consigo un poco de consciencia localista.

De todas maneras, resulta interesante ver cómo puede escaparse de nuestras manos. ¿Se trata de reflexionar y salvar aquello que nos interesa mantener? ¿O una fuerza superior y omnipresente decide por nosotros?

¿Qué será de las tiendas de la esquina? Y, sobre todo, ¿qué queremos que sea de ellas?